Sin trabajo, en una tensa relación marital, carente de ejemplo para ejercer autoridad familiar, con el espíritu amordazado y el futuro aterrado por la incertidumbre.
Honestamente estaba sumergido en una gran desesperanza porque sabía que estaba hecho para gobernar primero mi vida, luego la de mi familia y luego el resto de mi entorno hasta que este también creciera. Pero yo estaba muy lejos.
Pretextos, excusas y una buena dosis de conmiseración.
Pero mantenía una esperanza. Muy pronto algo maravilloso sucedería; estaba él con toda su grandeza y dominio a punto de manifestarse plenamente.